5/17/2012

“GORRÓN UNIVERSITARIO”

Por: Christiam Salinas


El joven es la parte de la sociedad más cambiante, tan cambiante, que puede que lo que hoy se diga acerca de él, mañana ya no sea, y en parte sería un cuanto sugestivo, ya que todo cuanto se sabe y se afirma sobre este, no es de muy buen parecer y generaliza a un promedio entre los 18 y 25 años.
¿Qué es un gorrón?
Según la definición enciclopédica en “WordReference” un gorrón es: “Aprovechado, que vive y se divierte a costa ajena”.
No es de opinión reñir, ni causar elogio. Pero si vamos al caso, se puede observar que no todo aquél que al culminar el semestre con notas tan “admirables”, transmite ese mismo agrado en sus compañeros como el que se concibe cuando uno lo ve en otro que sobresale con sus aportes, comentarios y demás.
Pero ¿cómo lo hacen? ¿”Es magia”? ¿¨Suerte”? ¿¨Inteligencia sobrenatural”?
Ah! o tal vez se encontraron una lámpara de Aladino y obtuvieron la franquicia para adquirir los tres deseos que son la típica petición de todo gorrón:
  1. Poder completar mis 5.000 amigos y seguidores en facebook o twitter!”.
  2. Encontrar a la persona ideal y que tenga mucho dinero para lanzarme a la nombradía” (fama).
  3. Ah! Y por último pasar el semestre!”.
Más que crítica o ataque, espero causar preocupación, incitar a no estar conforme y a hacer algo. Y he ahí el mismo motivo del título, que si por alguna circunstancia parece ser de ofensa, por el contrario, su finalidad es llamar la atención del lector de una u otra manera, para que cause curiosidad y sea leído pero significativamente; que haya una reacción, una causa, un efecto en usted y en nosotros que lo rodeamos y también hacemos parte de este mundo contradictorio, donde lo único NO efímero es Dios.
Así como cuando probamos esa gelatina con leche condensada y encontramos que su textura es tan fina y delicada que con tan sólo introducirle la cuchara su apariencia deja de ser la misma, pero al final vale la pena, pues su sabor es de agrado... así es la textura de la mediocridad, una textura tan fina que solo requiere un deseo incitante, para romper esa barrera entre lo superficial y lo significativo, para encontrarnos con la sorpresa de que la solución no es intangible, sino omnipresente; porque hay un sueño que aún vaga por el mundo esperando convertirse algún día como mínimo en un “dejavú”, y sea de este modo que pueda verse hecho una realidad. Sueño que ilustra un mundo distinto, no otro mundo sino el mismo, con sus costumbres, aromas, climas y cultura, pero sólo agregándole un toque secreto que se pide a gritos pero aparenta ser “un grito sin voz”.
Este grito clama por que los humanos sean eso, más humanos, que no respiren porque su organismo se lo exige, sino que hallen el propósito por el cual aún continúan respirando, que cometan errores pero que los corrijan, que caigan pero que se levanten, que “se quemen con el café pero que la próxima vez soplen antes de tomarlo”, que sueñen cosas grandes, que se arriesguen pero con un motivo de inspiración.
No hay límite para aprender, no hay límite alguno para aquél que quiera cambiar el mundo, solo su deseo y su determinación, porque “nadie ha cambiado el mundo, sino aquellos que han querido” (Claudia P. Vargas).
No podemos seguir pisando las huellas de aquellos que ya han cometido errores, debemos “brincar” esos vacíos en el camino y que ya sabemos en donde se encuentran. Sólo basta con ir más allá de lo que el mundo, nuestra lógica y las emociones nos ofrecen; más allá, donde lo único prohibido es no hacer nada, donde no es más sabio quien tiene más conocimiento, sino aquel que se esfuerza por aprender, aplicar, crear y recrear.
El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas.” (Paulo Freire).

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