10/27/2011

Alboroto en Villavicencio


Por: Paula Andrea Vargas Gualteros

Muchos taxistas en Villavicencio trabajan por obligación, pero otros por el regocijo que sienten al recibir un “Por favor”, “muchas gracias”, ó un “buen día”. Así como Pedro Heredia de 56 años, quien todos los días a las cinco de la madrugada se encontraba dispuesto a servirle a decenas de personas. Después de una ardua jornada, llegaba con anhelo inquietante a saludar a su esposa, una de sus hijas y sus 3 nietos.

Un día de octubre, comentaba Pedro, estaba exhausto, cansado, con cefalea, pero ante todo anonadado; la causa, gente alborotada por toda la ciudad; el origen , la política; el autor, un candidato o más.

Pedro recorría el centro de la ciudad –sin pasajeros-, cuando se topó con un trancón y por ende, con una congregación de personas vestidas unicolor. Entre niños, mujeres embarazadas y ancianos, conformaban un numeroso grupo que obstruía la vía y que gritaba al mismo tiempo el nombre de un personaje muy reconocido en el Meta.

Con el furor de las campañas políticas y el auge de ventas en ferreterías, lechonerías y empresas de fumigación, la gente disfrutaba con alborozo de decenas de ayudas brindadas por los candidatos a gobernación, alcaldías, concejo y asamblea del departamento del Meta. Las personas se colocaban una camiseta durante un día completo por diez mil pesos, marchaban por 20 mil y votaban por 30 mil.

Pedro que era un hombre noble, pero decidido, hizo sonar el claxon del automóvil, que por cierto era de un gran amigo, cayendo en el juego de las multitudes y convirtiéndose en uno más de ellos. Sin embargo la multitud hizo ademán de indiferencia.

Él nunca había visto a Villavicencio tan embotellada, sin salida, ante todo, jamás en su vida como taxista había actuado tan injustamente; su familia lo desconocía,no comía, bajó de peso, se volvió descortés, amargado, grotesco y soez; Villavicencio politiquera, impensante y estresante.

A partir de ese momento, Pedro y la ciudad que lo vio crecer, cambiaron para siempre.

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