Por: Sandra Zabala
Uno de los grandes problemas del ser humano es no saber retribuir el bien recibido. El planeta se enferma día a día, y es poco lo que se hace por él. Desde la cotidianidad, se contaminan y malgastan los recursos, sin pensar en las consecuencias de estos actos.
La contaminación se genera desde los residuos que son arrojados por la ventana del bus o el grifo de agua que se deja abierto mientras se cepillan los dientes. Otro ejemplo es cuando se dejan los electrodomésticos conectados todo el día, aunque no se les dé uso.
La mayoría de los electrodomésticos están generando contaminación electromagnética como por ejemplo: el televisor, los cargadores de celulares, cafeteras, hornos microondas, etc.
Si todo lo anterior es sumado, sale a flote el daño ambiental que se está causando y los grandes cambios que se producen en el planeta como el calentamiento global, derretimiento de los casquetes polares, efecto invernadero y el deterioro de la capa de ozono por nombrar solo algunos.
Según la página www.somosamigosdelatierra.org estos son los litros de agua que se gastan en las tareas cotidianas.
Si se hace enfoque en las instituciones educativas, resalta que en estas, se habla muy poco de la contaminación ambiental, por lo tanto, falta mayor concientización por parte de los docentes y directivos; en algunos casos, enseñan fechas, piden al estudiante carteleras acerca del medio ambiente y se realizan exposiciones acerca del tema, pero sin generar un mayor impacto, tan solo se quedan en el papel.
Muy pocas personas adquieren en su formación una “cultura de ahorro”, es decir, que desde su hogar se les enseñe a las personas a cuidar lo que se tiene para así ayudar al medio ambiente y no generar gastos extras en el hogar. Lo triste del caso es que no hay sentido de pertenencia por el planeta y peor aún, lo poco que se ha aprendido, ni siquiera se aplica, por lo tanto, se debe empezar a generar alternativas de solución dentro de las instituciones y hogares desde ya.
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