FUI, SOY Y SERÉ UN SAMÁN
Como las olas de la mar que viene y van, aún escucho diálogos intermitentes en la Plazoleta Los Libertadores.
-¡Bonice, a la orden los bonice!, ¡bonice, bonice!...
-Con fécula de maíz...
-¿Dónde está Luna?...
-¡Esa es mucha loca!...
-Móntese en el caballo...
Un caballero para por mi lado; su mirada es indiferente hacia lo que soy. Lleva en sus manos unos documentos que son el resultado de mi creación. ¿Cuántos hermanos míos estarán condensados ahí, en esa transformación a la que llaman papel? Él, como millones y millones de personas han recorrido a mi alrededor; algunos con pasos agitados, otros se han detenido junto a mi y yo inconscientemente escucho los secretos que agitan sus almas.
Murmullo...
Silencio...
Inmóvil...
¿Cómo seré visto por el cielo? A veces creo sentir lo que la hormiga percibe al ser vista por el hombre. Insignificante, pequeño, diminuto e indefenso.
Mis brazos son extensos y se extienden hacia varias direcciones; son largos, frágiles y delgados. Mis tallos se están secando, por mis vasos leñosos la savia ya no circula con la misma intensidad de antes, fuente de vida y de juventud. Pero no soy el único, no estoy solo porque mis hermanos también están envejeciendo, y yo por ser el mayor me consumo y me deterioro cada día más.
Al verme en este estado me pregunto: ¿de todos los que vienen, quién se interesa en mí? ¿Quién se atreverá a tocarme, a hablarme, a sentir lo que yo siento?
-¡Alegría! A pesar de ser pasajera, es lo que deploro. Alguien escuchó mis quejas.
- A este pobre le están haciendo exámenes, pero no...
- ¡No te alejes!... Ven, acércate… ¿Por qué no me escuchas?
A pesar de que te preocupaste por mi, quiero que sepas que yo igualmente me vi reflejado en ti; el tiempo ha hecho estragos en tu cuerpo así como en el mio. ¿Será por eso que decidiste volcar tu mirada hacia mí?
- Lo siento. Tú también te extinguirás.
Frente a mi hay dos hombres que han sido inmortalizados en cemento. Ellos al igual que yo hemos quedado en el olvido. Mi troco, viejo y seco está perdiendo su hermosura. Ya no soy visto como ese vigoroso, fuerte y sano roble. Pero lo que más me preocupa es saber quién o quienes ocuparán nuestro lugar para cuando ya no existamos.
Mientras tanto seguiré acogiendo y brindando sombra a aquel que pase a mí alrededor.
“ Tanto ramaje que cae como notas llenas de contenido, momentos irrepetibles, amigos, hermanos de ahora, de antes, la corteza soporta lo que por su raíz corre, o por la sangre que palpita en armonía en el Samán”. Chava
Andrés Díaz
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