Y el final lo han alcanzado muchos muy pronto e
intencionalmente, como Alejandra Pizarnik. Pero hay un caso de suicidio que se
me hace mucho más familiar para contar, y es el del escritor colombiano Andrés
Caicedo, quien se quitó la vida con 60 pastillas de secobarbital en
1977 poco después de publicar su novela “Qué viva la música”.
Varias veces ya había manifestado en público que no
seguiría viviendo luego de que cumpliera 25 años, ya que le parecía una
insensatez con la vida, según lo que dicen sus amigos con quienes fundó el
cine-club de Cali, era que Caicedo pensaba que la juventud era lo único que
valía la pena vivir y que si tenías una obra para dejar podrías morir en
paz.
Muchos fueron los que sacaron conclusiones acerca
de la muerte del autor, pero la opinión de Albert Fuguet es
la más interesante:“Caicedo es el eslabón perdido del boom. Y el enemigo
número uno de Macondo. No sé hasta qué punto se suicidó o acaso fue asesinado
por García Márquez y la cultura imperante en esos tiempos. Era mucho menos el
rockero que los colombianos quieren, y más un intelectual. Un nerd súper
atormentado. Tenía desequilibrios, angustia de vivir. No estaba cómodo en
la vida. Tenía problemas con mantenerse de pie. Y tenía que escribir para
sobrevivir. Se mató porque vio demasiado”.
Fuese lo que fuese que haya visto el autor caleño,
tuvo que ser bastante convincente para que el autor entregará toda su obra
literaria a la muerte, y aunque es uno de nuestros autores resguardados y
escondidos en la memoria con cierto cariño, algunos colombianos pensamos que le
quedo debiendo mucho al país, claro en cuanto a nivel literario, porque sobre
iniciativa nos enseñó mucho.
Hay otro caso muy puntual de demencia en la
literatura, y este tipo de escritura no es más que una decisión tomada con
valentía por un temerario escritor. He leído varios de los cuentos
de Edgar Allan Poe, como ‘Ligeia’, ‘William Wilson’ o ‘La máscara de
la muerte roja’, y luego de analizarlos cuidadosamente he logrado
identificar muchos aspectos de la vida del autor, como sus problemas con el
alcohol y las drogas, además de la muerte de su esposa.
En la literatura de Poe, se puede apreciar su afán
por comprender la locura que existe en la vida, esa locura trastornada que
logra cambiar pensamientos e intenta explicar los misterios más horrorosos que
esconde el ser humano. ¿Qué tenía Edgar Allan Poe en su cabeza? ¿Qué lo hacía
pensar de esta forma? ¿Qué lo llevo a tomar esas decisiones tan extrañas, como
la de casarse con su prima menor?
Tal vez fue su amor por la literatura, ya que fue
el primer escritor estadunidense en hacer de sus escritos su modus vivendi, tal
vez esta decisión tan apasionada sería la que cambiaría el pensamiento del
escritor de esa manera, y la cual lo llevo a convertirse en el maestro del género
literario de terror, además de crear el relato detectivesco.
Es tanta la trascendencia que tiene la literatura
de Poe que ha habido adaptaciones de sus cuentos en la pantalla grande, como
“La caída de la casa de Usher” de 1960, una película basada en un cuento del
mismo nombre, aún en estos tiempos más modernos se siguen publicando
cortometrajes en el internet, un día vi uno bastante interesante en el portal
de vídeos ‘YouTube’ de “El corazón delator”, interpretado por Alberto Laiseca
un escritor argentino, quien también decidió ambientar su talento literario con
un poco de terror y suspenso.
Sin embargo, Edgar Allan Poe no es el
único al que se le han hecho adaptaciones en el cine. Existe una película
llamada Fahrenheit 451 dirigida por François
Truffaut, quien se basó en el libro con el mismo nombre escrito por Ray
Bradbury. La temática de esta historia narra una realidad distópica en la que
el gobierno ordenó a un grupo de ‘bomberos’ quemar todo libro que encontraran,
ya que leer hacía infelices a los hombres pues los ponía a dudar o a pensar en
ser diferentes y ser iguales era lo correcto o aceptado por la
sociedad.
El protagonista de la
historia era un bombero llamada Montag, quien comenzó a sentir curiosidad por
leer y saber cuál era el problema que escondían los libros detrás de su
portada, sin embargo se dio cuenta que no todo era como le decían, esto lo
llevo a cuestionarse sobre el verdadero objetivo de su trabajo optando a la
final por entregarse al mundo de la literatura.
En el trasfondo de la
temática de este libro se puede identificar las críticas que hace en contra de
la censura o hacía el poco interés de las personas por leer. Es claro que hay
un cierto moralismo en la obra de Bradbury, pero no suena a que intenta dar predicciones
sobre el futuro, es más bien una advertencia sobre lo que podría pasar si la
tecnología o las leyes de prohibición llegan a dominar al ser humano.
Y bueno, estamos en el
2015 y parecía que tenía razón; mucha gente ha reemplazado las buenas expresiones
artísticas por cosas más triviales que aparecen en la televisión o en los
juegos de sus tablets. No es que la tecnología sea un problema, (al contrario
brinda múltiples herramientas a los usuarios), pero por qué reemplazar un buen
libro debajo de un árbol verde a estar viendo una novela con malos guiones en
un cuarto penumbroso.
Quizás estas eran las
advertencias del autor de ‘Crónicas Marcianas’, hacernos entender que los
ideales no se deben olvidar y que las decisiones que tomemos siempre tendrán un
valor moral en nuestros comportamientos y en los de la sociedad a nuestro
alrededor.
Por otro lado, Isaac
Asimov es un autor que si intentaba hacer predicciones acerca del futuro en sus
libros, predijo sobre la transformación tecnológica que tendrían las
comunicaciones gracias a los teléfonos celulares, las tablets y computadoras,
pues estos aparatos nos permitirían hacer vídeo-llamadas. Dijo que los hombres
continuarían aislándose de la naturaleza buscando satisfacer sus necesidades,
cosa que si hemos observado a lo largo de los últimos años.
También habló acerca
de un dos mil catorce lleno de autos voladores, pero esta predicción no se
cumplió, por lo menos no todavía. No obstante, el escritor mexicano Bernardo
Fernández explica que el verdadero logro de un escritor de ciencia ficción no
está en predecir la creación de ciertos inventos, sino el uso que se le va a
dar a estos. Según él, lo que realmente hacen este tipo de escritores es“un ejercicio de prospectiva, que, como su nombre
indica, proyecta el presente hacia adelante a partir de una muy rigurosa
observación del entorno y un profundo conocimiento de la ciencia y la
tecnología”.
Y esta es solo uno de
las formas en las que la literatura se puede mezclar con la tecnología, muchos
de los nuevos escritores han comenzado su carrera utilizando alguna red social
o también recurren a esta herramienta para explotar su talento y divulgarlo al
mismo tiempo. Como
es el caso de la red social Twitter, la cual sirve como micro-blogin para
cualquier usuario que quiera publicar sus ideas en un rango máximo de 140
caracteres.
Hace poco conocí un
par de
libros de palíndromos de un autor llamado Pedro Poitevin, uno titulado ‘Ateo
Pedro va para pavor de poeta’ y otro
nombrado ‘Eco da Eco de a doce a doce’; en la reseña de este último decía algo que me llamó
mucho la atención: “Los que descubran las reglas de este juego
se sumergen en el vicio de formar frases para leerse de ida y de
vuelta, intentando dar sentido al sinsentido; sin duda, esta rara afición
ha visto sus mejor momento en tiempos de Twitter”.
¿Qué quieren decir
exactamente con esto? ¿Acaso apela a la posibilidad de encontrar poetas en
medio de la red? Claro que sí, está dando paso a la idea de que las
herramientas que existen en el Internet le brindan la ayuda a cualquier
internauta que tenga la inquietud por comenzar su propio blog y llenarlo con
contenido poético.
Entonces, comenzaremos
a ver una gran cantidad de escritores tratando de abarcar el mundo literario a
través de las nuevas tecnologías, tratando de ganar algo de reconocimiento o
unos cuantos lectores por medio de una página web.
Por: Manolo Torres.
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