11/17/2015

280 AÑOS DE CUADRILLAS

Por: Óscar Bravo
En una silla de madera forrada en cuero de vaca Alberto Alza Mora hace los últimos ajustes a su traje de Cachacero (negro africano),mientras su esposa María Paula Reyes prepara  tinto y atiende los berrinches  uno de sus tres hijos, que en unos diez o quince años tendrán el honor de representar en las cuadrillas de San Martín  a los Cachaceros  "No se hace el cuadrillero se nace con ese don”, Afirma Alberto mientras camina de lado a lado buscando  las correas del frenillo para su caballo.

Por: Óscar Bravo
En las calles todo es fiesta y rumba marcada al compás de música llanera recia de antaño, el olor a estiércol de caballo mezclado con el de cigarrillo propicia  una atmósfera de tensión que anuncia la llegada de los jinetes (cuadrilleros) a la plaza central del pueblo. El sol abrazador de la llanura metense,quema como el carbón y ruboriza los turistas que no están acostumbrados a la inclemencia del sol llanero. La contradanza se abre paso por las calles infestadas de personas curiosas  para avivar y calentar el ambiente previo al platillo principal.

El tic-tac de  las manijas del reloj  marca los nervios en el rostro de Alberto, porque no todos los días se celebran 280 años de un evento tan antiguo en el continente sur americano. Su traje es en cuero de vaca con adornos de hueso y dientes de animales que a veces encuentra, porque los trajes de los cuadrilleros deben ser netamente artesanales en el caso de guaihibos, y cachaceros.

Por: Óscar Bravo
Alberto ensilla su caballo de pelaje negro, mientras se aplica en sus pies y manos una mezcla de carbón con harina para tonificar su tez de piel morena y que parezca negra al igual de un negro africano y así poco a poco se mete en su papel y personifica la historia e identidad de toda una cultura regia y árida como la africana.

El tronar de pólvora, desgarrando el cielo indicando que se debe iniciar la caravana rumbo a la plazoleta de cuadrillas Gabino de Balboa ubicada casi en perímetro rural del pueblo, los jinetas se forman frente al parque  central en 4 líneas bien definidas, por Árabes, Españoles, Guahibos y Africanos, respectivamente de derecha a izquierda y en cabezada por el santo patrón San Martín, se toman las calles y avenidas  del casco urbano.

Con el inicio de la marcha diablos improvisados hacen respetar el orden que algunos turistas pasados de tragos quisieron perturbar, estos portan en sus manos una cola de vaca que en la punta esta untada por huevo picho, harina y tizne de carbón, al que se quiere pasar de listo lo golpean y manchan de tizne, muchos los abuchean pero son parte integra y fundamental dado que son los “policías” o “guardaespaldas”  para resguardar el orden de dicha caravana, atrás de ellos una segunda caravana de niños y jóvenes reparten guarapo de férula de maíz y corazón de piña, tan fermentada la bebida que hace llorocear los ojos de quienes reciben en recipientes artesanales  compuestas por totumo seco y bien pulido.    

La plazoleta es gigante de diversos colores, rojo, amarillo y blanco con sus respectivas graderías algunas techadas,  las esquinas son  abiertas para que se ubiquen los cuadrilleros, en el centro se ubica el santo patrón, para que los observe y los guíe durante los juegos.

Por: Óscar Bravo
De inmediato el sonido de la pólvora aumenta,los vendedores ambulantes rondan por cada una de las gradas ofreciendo sus productos a precios elevados y lo único que sacia las sed es la cerveza o el guarapo, que a su vez deja ver el efecto en quienes lo consumen, porque al cabo de 10 minutos el primer incidente hizo su aparición, cuando un caballo blanco de los españoles golpeo con su casco a un joven de 23 años, que intentaba tomar una foto junto a ellos, sin medir las consecuencias de sus actos, esto me recordó a Alberto y sus palabras mientras tomaba un trago amargo y al clima de su jarra de guarapo personal  “muchas veces los turistas son imprudentes y por el afán de una foto son golpeados por los caballos”.

La tarde continúa,cada acto desenvuelve una nueva sorpresa para los ojos de espectadores que alegres y eufóricos sonríen y chocan sus bebidas alcohólicas en señal de aprobación, otros observan cada movimiento de los doce actos y graban con sus cámaras de vídeo o de celular, fragmentos que en pocos días no tendrán mucha relevancia para ellos.

Y allá en una esquina,esta  Alberto en su caballo agotado después de nueve de los diez juegos, toma un último sorbo de su guarapo personal y se lanza a la acción, recorre cada una de las esquinas junto con sus compañeros y levantando la mano en señal despedida  es aplaudido por todo el público al igual que sus doce compañeros. El sol se esconde en la planicie llanera y abre paso a un ocaso marcador por el paso de 4 corocoras que surcan el cielo como si marcaran la despedida de las cuadrillas y cada uno de sus actos,  anunciando así un nuevo año que estará a la espera de los juegos más antiguos de la región.
























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