Por: Manuel Torres.
Me
seque las pocas gotas estancadas en mi rostro con el brazo, tome aire, me
dirige hacia el parqueadero, saque mi auto, pensé en mi jefe y solté una gran
carcajada. Estaba tan ansioso por verla la cara al cretino cuando se enterara
que no tenía ningún proyecto para la presentación aunque podía crear una buena
idea, no quería regalarle mi ingenio a una empresa tan mediocre, de cierta
manera tenía esperanzas de que me despidieran pero necesitaba el dinero, la
renta era puntual y mi estómago mantenía contantes las suplicas de hambre.
Un
semáforo se puso rojo, frene con mucha calma, estaba tan sereno sabiendo que
con seguridad me iban a despedir, mi oficina se acercaba, el sentimiento de
preocupación envuelto en ironía, sarcasmo y un toque de venganza, se acumulaba
en todo mi cuerpo, podía saborear la ira de mi jefe hacia mí, preparaba en mi
rostro una gran expresión de cinismo y una sonrisa tan burlona,esperando
golpear tan fuerte el ego de mi jefe que le provocaría un paro cardiaco, claro,
si tengo buena suerte.
Estacione
el auto al otro lado del edificio, tome mi maletín y con una gran sonrisa en mi
rostro me dirigí hacia mi trabajo. Salude a los guardias de seguridad, tome el
ascensor, llegue a la oficina, di unos pasos, cuando escuche la voz fastidiosa
y algo demoniaca de mi jefemencionar mi apellido.
Galloway,
Al fin llegas. -me grito el Señor Marcus Blake, mi odioso jefe.
Señor
Blake, ¿qué tal su mañana? –le pregunte sarcásticamente.
Bien
y estará mejor si me facilitas el proyecto para la industria australiana.
–me
contesto con tono de preocupación.
Pues, lamento decepcionarlo pero Australia se
quedara sin proyectos agro-ambientales en sus industrias por un tiempo. –le
dije, con un tono burlón y una gran sonrisa que expresaba triunfo.
Mi
jefe se ofusco en ese momento, cambio de colores, frunció tanto el ceño que su
rostro parecía de caucho, me tomo del cuello de mi camisa, me jalo y frente a
frente me dijo con voz de ira y desesperación:
No
sea estúpido, Galloway, deje sus chistes para otro día y entrégueme el proyecto
ahora o…
¿O
qué?, me va a despedir, pues hágalo. –le interrumpí su discurso barato.
Estoy
hablando enserio, Galloway, no me provoque. –me refuto señalándome con el dedo.
Yo
también hablo enserio cuando digo que no tengo un proyecto para la industria y
si me pregunta porque, pues es simple, no se me dio la gran puta gana.
Galloway,
eres un hijo de puta. – dijo mi jefe, casi sin aire.
Ja
ja ja, su madre no se queda atrás, cretino. –me le burle con esas palabras al
señor Blake.
Sal
ahora mismo de este edificio, si no quieres que te arruine la vida. –me dijo
iracundo el señor Blake.
Me
di la vuelta, tome las pocas cosas que habían en mi oficina, salí poco a poco,
con una expresión de alegría y cinismo marcada en mi rostro, me sentía como un
bufón cuando engañaba de la forma más cruel al rey de una enorme comarca, mire
a mi jefe, le sonreí, el seguía ahí parado apretando los puño, mirándome con
ira y ganas de asesinarme. Me despedí de Eliot Campbell, a él lo puedo clasificar como un buen
compañero de trabajo además de ser un viejo e incondicional amigo en mi vida,
nos conocemos desde que éramos niños y por una extraña razón, la vida nos juntó
de nuevo en esta empresa, mas adelante hablaremos de él. Tome el ascensor, me
sentía reconfortado, mi cuerpo estaba satisfecho, al fin había botado todo ese
odio que sentía en mi corazón, pobre Señor Blake, pago los platos rotos de mis
sufrimientos en el pasado, me reí a carcajadas mientras bajaba por el ascensor,
me baje de este, me despedí de los guardias, una sensación de dicha llenaba mi
ser. Camine hasta mi auto, cada vez la alegría era más grande, entre a mi auto,
lo encendí y maneje súbitamente, pensaba en todo lo que había pasado hace unos
momentos, me burle de mi jefe con una risa casi malvada, pensé en Eliot y el
sermón que me esperaba por parte suya, igual seguí riendo, ahora tenía que
buscar otro trabajo, en mis bolsillos no había mucho dinero pero el señor Blake
tenía que subsidiarme, otra gran carcajada salió de mí, sabía que el imbécil de
mi jefe todavía me debía dinero por mi trabajo, seguí riendo, encendí el auto,
me encamine hacia las afueras de la ciudad, coloque algo de música, tarareaba
las canciones mientras conducía, la risa burlona se escapa de mi boca, a veces
no podía creer lo que había hecho, llegue a una sabana verdosa con pequeñas
mesetas y algunos árboles con muy pocas hojas, me estacione a un lado de la
carretera, me puse fuera del auto, cerré la puerta, me recosté sobre el
vehículo, di un gran suspiro, mire hacia el cielo, unas carcajadas brotaron de
mi boca sin control, me reía sin parar, algunas lágrimas salían de mis ojos,
pase así horas enteras, cuando por fin me calme, mire de nuevo el cielo ya se
estaba tornando gris, estaba anocheciendo, luego mire hacia el prado que estaba
delante de mí, suspire y gritando dije: “Gracias, Señor Blake, gracias”.
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