2/07/2012

Señales



4° Capitulo: El Jefe

Por: Manuel Torres.


Me seque las pocas gotas estancadas en mi rostro con el brazo, tome aire, me dirige hacia el parqueadero, saque mi auto, pensé en mi jefe y solté una gran carcajada. Estaba tan ansioso por verla la cara al cretino cuando se enterara que no tenía ningún proyecto para la presentación aunque podía crear una buena idea, no quería regalarle mi ingenio a una empresa tan mediocre, de cierta manera tenía esperanzas de que me despidieran pero necesitaba el dinero, la renta era puntual y mi estómago mantenía contantes las suplicas de hambre.


Un semáforo se puso rojo, frene con mucha calma, estaba tan sereno sabiendo que con seguridad me iban a despedir, mi oficina se acercaba, el sentimiento de preocupación envuelto en ironía, sarcasmo y un toque de venganza, se acumulaba en todo mi cuerpo, podía saborear la ira de mi jefe hacia mí, preparaba en mi rostro una gran expresión de cinismo y una sonrisa tan burlona,esperando golpear tan fuerte el ego de mi jefe que le provocaría un paro cardiaco, claro, si tengo buena suerte.

Estacione el auto al otro lado del edificio, tome mi maletín y con una gran sonrisa en mi rostro me dirigí hacia mi trabajo. Salude a los guardias de seguridad, tome el ascensor, llegue a la oficina, di unos pasos, cuando escuche la voz fastidiosa y algo demoniaca de mi jefemencionar mi apellido.

Galloway, Al fin llegas. -me grito el Señor Marcus Blake, mi odioso jefe.

Señor Blake, ¿qué tal su mañana? –le pregunte sarcásticamente.

Bien y estará mejor si me facilitas el proyecto para la industria australiana.
–me contesto con tono de preocupación.

Pues,  lamento decepcionarlo pero Australia se quedara sin proyectos agro-ambientales en sus industrias por un tiempo. –le dije, con un tono burlón y una gran sonrisa que expresaba triunfo.

Mi jefe se ofusco en ese momento, cambio de colores, frunció tanto el ceño que su rostro parecía de caucho, me tomo del cuello de mi camisa, me jalo y frente a frente me dijo con voz de ira y desesperación:

No sea estúpido, Galloway, deje sus chistes para otro día y entrégueme el proyecto ahora o…

¿O qué?, me va a despedir, pues hágalo. –le interrumpí su discurso barato.

Estoy hablando enserio, Galloway, no me provoque. –me refuto señalándome con el dedo.

Yo también hablo enserio cuando digo que no tengo un proyecto para la industria y si me pregunta porque, pues es simple, no se me dio la gran puta gana.

Galloway, eres un hijo de puta. – dijo mi jefe, casi sin aire.

Ja ja ja, su madre no se queda atrás, cretino. –me le burle con esas palabras al señor Blake.

Sal ahora mismo de este edificio, si no quieres que te arruine la vida. –me dijo iracundo el señor Blake.

Me di la vuelta, tome las pocas cosas que habían en mi oficina, salí poco a poco, con una expresión de alegría y cinismo marcada en mi rostro, me sentía como un bufón cuando engañaba de la forma más cruel al rey de una enorme comarca, mire a mi jefe, le sonreí, el seguía ahí parado apretando los puño, mirándome con ira y ganas de asesinarme. Me despedí de Eliot Campbell, a él lo puedo clasificar como un buen compañero de trabajo además de ser un viejo e incondicional amigo en mi vida, nos conocemos desde que éramos niños y por una extraña razón, la vida nos juntó de nuevo en esta empresa, mas adelante hablaremos de él. Tome el ascensor, me sentía reconfortado, mi cuerpo estaba satisfecho, al fin había botado todo ese odio que sentía en mi corazón, pobre Señor Blake, pago los platos rotos de mis sufrimientos en el pasado, me reí a carcajadas mientras bajaba por el ascensor, me baje de este, me despedí de los guardias, una sensación de dicha llenaba mi ser. Camine hasta mi auto, cada vez la alegría era más grande, entre a mi auto, lo encendí y maneje súbitamente, pensaba en todo lo que había pasado hace unos momentos, me burle de mi jefe con una risa casi malvada, pensé en Eliot y el sermón que me esperaba por parte suya, igual seguí riendo, ahora tenía que buscar otro trabajo, en mis bolsillos no había mucho dinero pero el señor Blake tenía que subsidiarme, otra gran carcajada salió de mí, sabía que el imbécil de mi jefe todavía me debía dinero por mi trabajo, seguí riendo, encendí el auto, me encamine hacia las afueras de la ciudad, coloque algo de música, tarareaba las canciones mientras conducía, la risa burlona se escapa de mi boca, a veces no podía creer lo que había hecho, llegue a una sabana verdosa con pequeñas mesetas y algunos árboles con muy pocas hojas, me estacione a un lado de la carretera, me puse fuera del auto, cerré la puerta, me recosté sobre el vehículo, di un gran suspiro, mire hacia el cielo, unas carcajadas brotaron de mi boca sin control, me reía sin parar, algunas lágrimas salían de mis ojos, pase así horas enteras, cuando por fin me calme, mire de nuevo el cielo ya se estaba tornando gris, estaba anocheciendo, luego mire hacia el prado que estaba delante de mí, suspire y gritando dije: “Gracias, Señor Blake, gracias”.

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