LA VIDA EN UN LIENZO
A puerta
cerrada en su habitación, Miguel tiene papel y lápiz en sus manos. Sus manos empapadas
de sudor tiemblan, bajo la luz de una lámpara vieja, pero es allí donde se refugia,
el dibujo es su única salida. Cada trazo
tiene un acento marcado de sentimiento, es
la tercera vez que seriamente piensa que
la vida no tiene ningún destino. Es noche de “adiós” le musita a la oscuridad.
Después de llegar a la conclusión de que
tiene depresión, a sus dieciséis años, Luis Miguel Palomino Velásquez,
oriundo de Villavicencio, tiene un frasco de medicamentos en sus manos.
Mientras toma una plancha prendida y la
coloca sobre su brazo izquierdo, porque como él expresa profundamente, es así
como se siente bien, experimentando dolor, va contemplando su pintura sombría que, deja entrever las horas, días, meses y años
ahogado en el tormento del silencio, sus noches de soledad, pero sobre todo su
marcada obsesión: ser verdugo de sí mismo.
Luis Miguel Palomino |
Mientras sus brazos son tocados por filosos objetos que cortan su piel,
Felipe, su hermano mayor entra a su habitación, y detiene a Miguel evitando que
se siga haciendo daño. Felipe no encuentra otra salida para ayudar a su hermano que llevarlo a
un lugar donde pueda expresar sus miedos y emociones por medio de lo único que le gusta hacer:
pintar.
Esa mañana del cinco de abril del 2014,
Miguel, por iniciativa de su hermano llegó al Colegio Las Palmas,
ubicado en Ciudad Porfía para ser parte
del programa Pintando en mi clase de la Fundación niños al arte. Ese día, como
lo recuerdan, Andrea Daniela Ortiz e Ingrid Méndez, participantes del programa,
sintieron miedo e impresión cuando vieron al nuevo integrante, un joven alto,
muy delgado, rostro muy pálido, su boca y cejas llenas de pierciengs, ojos
tristes, acompañados de dos lágrimas tatuadas en cada mejilla y sus brazos,
cómo no recordarlo, decían ellas, con algunos cortes y quemaduras. Su aspecto
físico no impactó más que su silencio, distancia y la incapacidad para
comunicarse con los otros compañeros.
Para Julián Arias, profesor de Funarte, se convirtió en un reto ser
facilitador de un proceso de liberación interior que le urgía a Miguel, como Julián dice, sus dibujos son el reflejo
de sus grandes problemas internos entre ellos la autoflagelación acompañada de
un deseo profundo de suicidio. La autodestrucción
es para Miguel, una forma de expresar el
dolor, una forma no verbal de comunicación donde los sentimientos se transmiten visualmente a través del cuerpo. Generalmente,
lo hace para liberarse de sentimientos de rabia, ira, tristeza, soledad, rencor
y dolor emocional. “A veces hasta para
sentir que estoy vivo empiezo a cortarme”.
Siete meses después por su destacado desempeño en la pintura, Miguel
participó en el concurso “Gotas de tinta” que promueve el gobierno departamental, destacándose por su indiscutible talento artístico, donde ocupó
el tercer lugar de la competencia. No solo para sus compañeros fue una sorpresa este resultado de Miguel,
una ganancia no solo por el concurso sino por su cambio emocional que durante
esos ochos meses ha tenido. El arte que ha sido compañero de tristezas ahora lo
es para otro tipo de emociones. Poco a poco
ha tenido facilidad para el dialogo, para compartir con sus compañeros,
el joven de aspecto raro que no permitía que nadie se le acercara, ahora está
rodeado de amigos. Hasta su forma oscura de vestir ha cambiado. Por ahí se ven
algunas sonrisas que alegran a Julián, a Felipe y por qué no al rector del
colegio Las Palmas José Alberto Osorio Machado, quien afirma, que desde que
Miguel entró a Funarte ha tenido progresos importantes a nivel personal,
anímico y académico. Como él dice: la incidencia se refleja en la parte disciplinaria, su concentración, más
facilidad para la atención, el rendimiento académico, la posibilidad de un
entorno más sano, pero sobre todo descubrir que hay una motivación interior que le ha disminuido
su deseo auto destructor.
Pintando en mi clase |
La presencia de Fundación Batuta y Funarte, en Ciudad Porfía, ha
permitido que más de 480 niños de estrato cero y uno, tengan un mejor uso del tiempo libre,
evitando caer en bandas delincuenciales que abundan en este sector según el intendente
Richard Borbón Muñoz, quien reporta más de 12 organizaciones dedicadas a la
venta de estupefacientes y grupos de sicarios que tienen atemorizada a la
comunidad, utilizando niños de 12 a 16 años.
Para fortuna de Miguel que en varias ocasiones tuvo la forma de caer en
estas bandas, una oportunidad, tan solo una, le permitió evitar
quizás una desgracia en su corta
existencia. Renovar su
habitación fría, sus prendas negras asociadas con la melancolía y tristeza,
vestido por la infelicidad, por música y letras depresivas, por una profunda necesidad de esperanza, de
sentir emociones, de vivir le permitió
encontrar un camino, un proyecto de vida viable por medio del arte.
Para Miguel
ahora sus dibujos lo mueven hacia su destino último, a abrir el corazón e ir más
allá de sí mismo. Que la belleza manifestada en el arte toque íntimamente, hiera, abra los ojos, entonces así se redescubre la
alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo del
existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la
plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano.
Escrito por
Andrea Eslava
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo
Corporación Universitaria Minuto de Dios.
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