11/27/2014

La vida en un lienzo

LA VIDA EN UN LIENZO



A puerta cerrada en su habitación, Miguel tiene papel y lápiz en sus manos. Sus manos empapadas de sudor tiemblan, bajo la luz de una  lámpara vieja, pero es allí donde se refugia, el dibujo es su única salida.  Cada trazo tiene un acento marcado de sentimiento,  es la tercera vez que seriamente piensa  que la vida no tiene ningún destino.  Es  noche de “adiós” le musita a la oscuridad.

Después de llegar a la conclusión de que  tiene depresión, a sus dieciséis años, Luis Miguel Palomino Velásquez, oriundo de Villavicencio, tiene un frasco de medicamentos en sus manos. Mientras toma una plancha prendida  y la coloca sobre su brazo izquierdo, porque como él expresa profundamente, es así como se siente bien, experimentando dolor, va contemplando  su pintura sombría que,  deja entrever las horas, días, meses y años ahogado en el tormento del silencio, sus noches de soledad, pero sobre todo su marcada obsesión: ser verdugo de sí mismo.
Luis Miguel Palomino

Mientras sus brazos son tocados por filosos objetos que cortan su piel, Felipe, su hermano mayor entra a su habitación, y detiene a Miguel evitando que se siga haciendo daño. Felipe no encuentra otra salida para ayudar a su hermano que llevarlo a un lugar donde pueda expresar sus miedos y emociones  por medio de lo único que le gusta hacer: pintar.

Esa mañana del cinco de abril del 2014,  Miguel, por iniciativa de su hermano llegó al Colegio Las Palmas, ubicado en Ciudad Porfía  para ser parte del programa Pintando en mi clase de la Fundación niños al arte. Ese día, como lo recuerdan, Andrea Daniela Ortiz e Ingrid Méndez, participantes del programa, sintieron miedo e impresión cuando vieron al nuevo integrante, un joven alto, muy delgado, rostro muy pálido, su boca y cejas llenas de pierciengs, ojos tristes, acompañados de dos lágrimas tatuadas en cada mejilla y sus brazos, cómo no recordarlo, decían ellas, con algunos cortes y quemaduras. Su aspecto físico no impactó más que su silencio, distancia y la incapacidad para comunicarse con los otros compañeros.

Para Julián Arias, profesor de Funarte, se convirtió en un reto ser facilitador de un proceso de liberación interior que le urgía a Miguel,  como Julián dice, sus dibujos son el reflejo de sus grandes problemas internos entre ellos la autoflagelación acompañada de un deseo profundo de suicidio.  La autodestrucción es para Miguel,  una forma de expresar el dolor, una forma no verbal de comunicación donde los sentimientos se transmiten visualmente a través del cuerpo. Generalmente, lo hace para liberarse de sentimientos de rabia, ira, tristeza, soledad, rencor y dolor emocional.  “A veces hasta para sentir que estoy vivo empiezo a cortarme”.

Siete meses después por su destacado desempeño en la pintura, Miguel participó en el concurso “Gotas de tinta” que promueve el gobierno departamental, destacándose por su indiscutible talento artístico, donde ocupó el tercer lugar de la competencia. No solo para sus compañeros fue una sorpresa este resultado de Miguel, una ganancia no solo por el concurso sino por su cambio emocional que durante esos ochos meses ha tenido. El arte que ha sido compañero de tristezas ahora lo es para otro tipo de emociones. Poco a poco  ha tenido facilidad para el dialogo, para compartir con sus compañeros, el joven de aspecto raro que no permitía que nadie se le acercara, ahora está rodeado de amigos. Hasta su forma oscura de vestir ha cambiado. Por ahí se ven algunas sonrisas que alegran a Julián, a Felipe y por qué no al rector del colegio Las Palmas José Alberto Osorio Machado, quien afirma, que desde que Miguel entró a Funarte ha tenido progresos importantes a nivel personal, anímico y académico. Como él dice: la incidencia se refleja  en la parte disciplinaria, su concentración, más facilidad para la atención, el rendimiento académico, la posibilidad de un entorno más sano, pero sobre todo descubrir que hay  una motivación interior que le ha disminuido su deseo auto destructor.

Pintando en mi clase
La presencia de Fundación Batuta y Funarte, en Ciudad Porfía, ha permitido que más de 480 niños de estrato cero y uno,  tengan un mejor uso del tiempo libre, evitando caer en bandas delincuenciales que abundan en este sector según el intendente Richard Borbón Muñoz, quien reporta más de 12 organizaciones dedicadas a la venta de estupefacientes y grupos de sicarios que tienen atemorizada a la comunidad, utilizando niños de 12 a 16 años.
Para fortuna de Miguel que en varias ocasiones tuvo la forma de caer en estas bandas,   una oportunidad, tan solo una, le permitió evitar quizás  una desgracia en su corta existencia.  Renovar su habitación fría, sus prendas negras asociadas con la melancolía y tristeza, vestido por la infelicidad, por música y letras depresivas,  por una profunda necesidad de esperanza, de sentir emociones, de vivir  le permitió encontrar un camino, un proyecto de vida viable por medio del arte.


Para Miguel ahora sus dibujos lo mueven hacia su destino último, a abrir el corazón e ir más allá de sí mismo. Que la belleza manifestada en el arte  toque íntimamente,  hiera,  abra los ojos, entonces así se redescubre la alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo del existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano.









Escrito por
Andrea Eslava
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo
Corporación Universitaria Minuto de Dios.

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