6/12/2013

LA PEQUEÑA Y SIGILOSA ANDREA.


Como si hubiese sentido en ese momento la necesidad de llagar rápido a este mundo, en una carrera sin precedentes, un 14 de julio de 1992, nace una niña de apenas seis meses de gestación en la clínica San Pedro Claver de la ciudad de Bogotá.
A partir de ese suceso, Yadira Ibarra Silva, su madre; ha cuidado de ella como si fuese su tesoro más preciado, y con toda razón, pues esta apresurada niña pasó sus primeros días en este mundo de la forma menos grata, bajo un estricto cuidado médico y durante dos meses en una incubadora, trataban de salvar su vida.
Pero ahora Andrea Estefanía Castro, la niña de quien les hablo y luego de ganar la primera batalla en su vida, ya es una linda joven de 20 años, con una estatura promedio pero a su vez, con magnas capacidades para llegar a ser una comunicadora social y periodista a gran escala. Cursa sexto semestre de esta carrera en la corporación universitaria Minuto de Dios, y siempre ha procurado mantener un sobresaliente promedio académico. Ella considera que por medio de la comunicación puede contribuir al desarrollo y progreso de las comunidades. Siempre ha enfocado su misión profesional en la parte social.   
Para esta callada y sigilosa mujer (como la describe su mejor amigo) una de las cosas más relevantes para su vida, es poder adquirir un estilo de orden en cada cosa que realice meticulosamente, y en el tiempo adecuado. Es curioso porque ella considera muy valioso el poder ordenar su tiempo, planear con anticipación, y seguir las reglas; como si el destino quisiera revertir lo que algún día ella no supo entender mientras se formaba en el vientre de su madre. 
A pesar de que proviene de una familia numerosa, tanto materna como paterna, ella es de muy pocas relaciones amistosas, escoge detalladamente a sus amigos, pero cuando decide brindar su amistad a alguien, es porque realmente siente que esa persona se lo merece, y lo hace con el corazón. Es una mujer que se preocupa por el bienestar de las personas que la rodean y que se ganan su confianza, aunque sean pocos los que tienen la fortuna de recibir este valor por parte de ella.
A la edad de tres años sus padres deciden vincularla a un jardín llamado Taller de la Alegría, allí inició sus primeros años de aprendizaje, curso párvulos y transición. En el momento en que empieza sus estudios de primaria, y debido a inconvenientes en el proceso de su crecimiento, tuvo que volver a cursar grado quinder; esto fue en el colegio Catatumbo de Villavicencio.     
Andrea se considera amante del séptimo arte, es una de sus citas favoritas, pero como en las películas, también vive sus propias discordias, la relación que tiene con su hermanastra, quien es hija de su padre Pedro Nel Castro, no es muy plácida, todo lo contrario, las distancias se hacen cómplices de cada una de ellas.
El amor por su madre alcanza los límites de la veneración, considera que ella es la persona a quien más ama en el mundo, tanto así que es su principal motivación para alcanzar cada meta que se ha propuesto a través de sus cortos 20 años. Es una joven que poco se caracteriza con las muchachas de su época y prefiere tener amistades masculinas porque encuentra mayor confianza en los hombres.
Actualmente esta mujer reservada pero de armas tomar, es voluntaria desde hace cinco años en Futuro Colombia, un programa de la Fiscalía General de la Nación, que enfoca su objetivo en la prevención integral en contra de la delincuencia común, y permite el acercamiento de la fiscalía con la población infantil y adolecente de las comunidades menos favorecidas.    
‘Allanamientos de amor y paz’ es una de las actividades que realiza el grupo de apoyo al programa, y a la que Andrea nunca falla, se hace cada año en una comunidad especifica de la ciudad en la temporada decembrina y tiene como propósito acompañar a los niños en sus novenas navideñas, en donde se comparte el amor y la paz que trae esta época del año.
Solidaria, creativa, confiable, organizada; entre otras cualidades que resaltan de ella con viva voz, las personas que la rodean (amigos y familiares), dibujan en esta joven un compás de armonías y virtudes, que se empodera con cada vez que abre un libro de superación personal, de esos que le dan luz al alma y fuerza al corazón, de esos que le gusta leer a la sigilosa Andrea.     

   

 Por: Jhoan Ticora

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