5/17/2012

7° Capítulo: El sueño.


Por: Manuel Torres
Abrí la puerta del apartamento, quería sentarme frente a la televisión para observar las crueles noticias del mundo; algunas veces siento lástima de esos niños que mueren de hambre en el África, pero luego de unos minutos me da igual. Mientras veía en la pantalla tantas muertes, atracos y destrucción, sentí que alguien estaba parado detrás de mí, volteé lentamente y no vi nada, así que seguí viendo la televisión. Tomé el control remoto para cambiar de canal, cuando una brisa fría y suave recorrió mi cuello. Me levante rápido del sillón, estaba confundido, era como si alguien hubiera respirado sobre mí. Inhalé profundo, puse mi mente en blanco, cerré los ojos y me dije palabras de aliento.
Apagué el televisor, me incliné para dejar el control remoto en la mesa de la sala, cuando noté algo muy extraño en el vidrio, un par de huellas. Quedé atónito. Mis manos eran más pequeñas que esas que estaban plasmadas en el cristal. Me arrodillé para revisar de cerca el contorno, parecía como si alguien la hubiera dibujado, las líneas parecían hechas por pinceles, las manos estaban en una postura como diciendo adiós. Pasé mi pulgar por encima de una tratando de borrarla, pero no sirvió de nada, ni siquiera se difuminó un poco, intenté de nuevo con un poco más de fuerza, sin embargo nada sucedió, así que mojé mi pulgar con un poco de saliva, lo arrastré de nuevo por encima de la mesa, pero mis esfuerzos fueron en vano.
Me levanté despacio, di media vuelta, mi casa estaba consumida por un silencio absoluto que ni mi respiración lo podía quebrar, todo estaba demasiado callado, pero algo extraño se podía sentir en medio de toda esa sordidez, era un ambiente trágico, como si una catástrofe fuera a ocurrir o estuviera ocurriendo.
Comencé a dar unos pasos, sin embargo parecía que no fuera mi casa, era como si estuviera cayendo en un abismo profundo y oscuro en el cual solo se escuchan tus gritos, nadie puede oírte, ni ayudarte, tu cuerpo y mente esperan con ansias, escuchar el sonido de tu caída para acabar con ese momento de incertidumbre mientras vas en picada por el aire.
Mis pisadas lentas y asustadizas evitaban el ruido al caminar, cinco pasos para mí, equivalían a caminar 5 kilómetros por una autopista vieja en medio de un bosque que encierra muchas historias sobre homicidios. Cada pisada implicaba detenerme por medio segundo, observar a mi alrededor y decidir si caminar o quedarme totalmente estático. El sudor corría por todo mi rostro, la desesperación por que regresara todo a la normalidad se hizo presente, fue ahí cuando el miedo que sentía se volvió fastidioso, suspiré y de la poca valentía que quedaba en mi cuerpo saqué ánimos y di unos cuantos pasos, esta vez eran firmes, como si nada pudiera detenerme, con las manos empuñadas y la mirada hacia arriba desafiaba cualquier cosa que se interpusiera en mi camino.
La nevera apareció al final de mi camino, faltaban unos pasos para llegar, cuando algo tomó el cuello de mi camiseta y me jaló. Cuando caí, expulsé un grito seco, un grito de agonía y me golpeé tan fuerte contra el suelo que pensé que unas cuantas costillas se me habían roto. Me retorcí buscando aire para suplir el ahogo en el que me encontraba, estaba confundido, toda mi mente quedó en blanco. El dolor que pasaba por mi cuerpo, se podía comparar por el de un millón de espadas que entran lentamente en tu cuerpo, rasgando todos tus órganos, llenando de sangre tus pulmones, cortando los intestinos llenos de desechos, quebrantando tu tráquea y dejándote sin cuerdas vocales para desahogarte con gritos escalofriantes que se escucharán por toda la eternidad en el lugar en donde quedó tu cuerpo apuñalado.
Ilustración: Edinson Loaiza Diaz
Mi sufrimiento cesó. Mi cerebro volvió a la normalidad, pude respirar otra vez con claridad, quería ponerme de pie pero por alguna extraña razón no podía hacerlo. La misma fuerza que no me dejó saltar del puente presionaba mi cuerpo, pero ya no sentía miedo sino tranquilidad, como si estuviera descansando encima de un jardín de suave césped, lleno de flores con olor a primavera; mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente, mi vista se nublaba, un sueño profundo quería atraparme, su poder aletargante me absorbía, gran variedad de imágenes llegaban a mi mente, mis párpados se convirtieron en rocas que no pude cargar, en mi imaginación se dibujaban paisajes y personas, algunos lugares los reconocía pero a las personas no las distinguía, mis pensamientos comenzaron a levitar, una cobija de placer me abrigó y cuando al fin sucumbí al mandato de dormir, pude viajar por todos mis recuerdos.

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