4/12/2012

Doble moralidad ¿indiferencia o hipocresía?

Por: Mónica Oviedo.



“Que pesar, tan buena persona que era”.

 Cuántas veces hemos oído esta frase en un velorio o en un sepelio, 

sin importar quién sea el muerto.


Hace algunos meses estuve en el sepelio de un hombre, que aunque tenía mucho dinero, era déspota con sus hijos, tacaño a la hora de alimentarse y vestir, maltrataba  a su esposa y en ocasiones trataba mal a sus empleados.  Pero me sorprendí al escuchar a varias personas, que antes hablaban de lo mal que él se comportaba con su familia, decir “Que pesar que se murió, tan buena persona que era”.

Este tipo de actuaciones muestra la doble moralidad que habita en los seres humanos, que somos tan hipócritas y capaces de decir cosas como esa con tal de quedar bien con los amigos y la familia del difunto, aún siendo consientes que es mentira o que el muerto no nos agradaba. Pero que se puede esperar de seres que se alegran con la muerte de otros.


Para no ir tan lejos, aquí en este país, miles de colombianos sintieron alivio y otros se alegraron con las noticias de la muerte de Raul Reyes y Mono Jojoy, dos de los más de las Farc, quienes infundieron miedo y terror en la importantes líderes nación. Estos hombres, en los inicios de esta guerra absurda, lucharon por el bien de su pueblo, porque se les respetaran sus derechos, por tener una vida digna y tranquila. Pero con el pasar de los años esta lucha cambió su sentido y se convirtió en la pesadilla de muchas familias que vieron morir a sus parientes por las ansias de poder.
  
Sin embargo, y sin ánimo de defender a nadie, hay que ser consientes de que estos hombres, buenos para algunos y malos para la mayoría, fueron valientes al luchar por lo que ellos creían era lo mejor para su país, aunque se hayan equivocado en la manera de pelear por lo que querían.



Diariamente nos quejamos de las injusticias que se comenten en el mundo, pero qué hacemos para evitar que eso siga sucediendo. Vemos a los niños pidiendo limosna en los semáforos y nos sentimos bondadosos dándoles unas cuantas monedas, sentimos tristeza por su situación, pero al poco tiempo los estamos despreciando porque esas monedas sirvieron para enriquecer a los expendedores de droga. Cuando termina el día ni recordamos lo que ese niño hizo con el dinero, lo que sí recordamos es contarle a nuestra familia y amigos lo caritativos que fuimos al “ayudar” a ese pequeño.

Al final del día y de nuestra vida qué importa si fuimos malos o buenos, porque en nuestro sepelio siempre habrá algún hipócrita que diga: “Que pesar, tan buena persona que era”.  

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