Como si hubiese
sentido en ese momento la necesidad de llagar rápido a este mundo, en una
carrera sin precedentes, un 14 de julio de 1992, nace una niña de apenas seis
meses de gestación en la clínica San Pedro Claver de la ciudad de Bogotá.
A partir de ese
suceso, Yadira Ibarra Silva, su madre; ha cuidado de ella como si fuese su
tesoro más preciado, y con toda razón, pues esta apresurada niña pasó sus
primeros días en este mundo de la forma menos grata, bajo un estricto cuidado
médico y durante dos meses en una incubadora, trataban de salvar su vida.
Pero ahora
Andrea Estefanía Castro, la niña de quien les hablo y luego de ganar la primera
batalla en su vida, ya es una linda joven de 20 años, con una estatura promedio
pero a su vez, con magnas capacidades para llegar a ser una comunicadora social
y periodista a gran escala. Cursa sexto semestre de esta carrera en la
corporación universitaria Minuto de Dios, y siempre ha procurado mantener un
sobresaliente promedio académico. Ella considera que por medio de la
comunicación puede contribuir al desarrollo y progreso de las comunidades.
Siempre ha enfocado su misión profesional en la parte social.
Para esta
callada y sigilosa mujer (como la describe su mejor amigo) una de las cosas más
relevantes para su vida, es poder adquirir un estilo de orden en cada cosa que
realice meticulosamente, y en el tiempo adecuado. Es curioso porque ella
considera muy valioso el poder ordenar su tiempo, planear con anticipación, y
seguir las reglas; como si el destino quisiera revertir lo que algún día ella
no supo entender mientras se formaba en el vientre de su madre.
A pesar de que
proviene de una familia numerosa, tanto materna como paterna, ella es de muy
pocas relaciones amistosas, escoge detalladamente a sus amigos, pero cuando
decide brindar su amistad a alguien, es porque realmente siente que esa persona
se lo merece, y lo hace con el corazón. Es una mujer que se preocupa por el
bienestar de las personas que la rodean y que se ganan su confianza, aunque sean
pocos los que tienen la fortuna de recibir este valor por parte de ella.
A la edad de
tres años sus padres deciden vincularla a un jardín llamado Taller de la
Alegría, allí inició sus primeros años de aprendizaje, curso párvulos y
transición. En el momento en que empieza sus estudios de primaria, y debido a
inconvenientes en el proceso de su crecimiento, tuvo que volver a cursar grado
quinder; esto fue en el colegio Catatumbo de Villavicencio.
Andrea se
considera amante del séptimo arte, es una de sus citas favoritas, pero como en
las películas, también vive sus propias discordias, la relación que tiene con
su hermanastra, quien es hija de su padre Pedro Nel Castro, no es muy plácida,
todo lo contrario, las distancias se hacen cómplices de cada una de ellas.
El amor por su
madre alcanza los límites de la veneración, considera que ella es la persona a
quien más ama en el mundo, tanto así que es su principal motivación para
alcanzar cada meta que se ha propuesto a través de sus cortos 20 años. Es una
joven que poco se caracteriza con las muchachas de su época y prefiere tener
amistades masculinas porque encuentra mayor confianza en los hombres.
Actualmente esta
mujer reservada pero de armas tomar, es voluntaria desde hace cinco años en
Futuro Colombia, un programa de la Fiscalía General de la Nación, que enfoca su
objetivo en la prevención integral en contra de la delincuencia común, y
permite el acercamiento de la fiscalía con la población infantil y adolecente
de las comunidades menos favorecidas.
‘Allanamientos
de amor y paz’ es una de las actividades que realiza el grupo de apoyo al
programa, y a la que Andrea nunca falla, se hace cada año en una comunidad
especifica de la ciudad en la temporada decembrina y tiene como propósito
acompañar a los niños en sus novenas navideñas, en donde se comparte el amor y
la paz que trae esta época del año.
Solidaria, creativa,
confiable, organizada; entre otras cualidades que resaltan de ella con viva voz,
las personas que la rodean (amigos y familiares), dibujan en esta joven un
compás de armonías y virtudes, que se empodera con cada vez que abre un libro
de superación personal, de esos que le dan luz al alma y fuerza al corazón, de
esos que le gusta leer a la sigilosa Andrea.
Por: Jhoan Ticora
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