4/10/2012

6° Capitulo: La Charla


6º Capítulo


Por: Manuel Torres.



Me senté con Eliot, en una cafetería algo vieja pero que todavía llamaba la atención por sus adornos y por la buena calidad de café que vendían allí. Ordenamos un par de tazas bien cargadas, con una pizca de azúcar, bien calientes, que nos permitieran degustar, despacio y de forma placentera el momento de la charla, el mesero las trajo relativamente rápido, las tazas eran de un tono blanco marfil, el humo era denso se podía ver claramente cuando se despedía de la mesa, tome un pequeño sorbo, con mucha cautela, cuidando que mi lengua no se quemara y mis papilas pudieran saborear cómodamente, cuando entró la cafeína a mi cuerpo, la gloria y el regocijo la acompañaron, fue como descansar debajo de un árbol, con una suave brisa de verano que refresca tu rostro, llevándote a un estado de relajación total.



Ese sorbito de café quitó el último rastro de tensión que hubiera en mi cuerpo, estaba totalmente relajado, sin preocupaciones, deseando que esa sensación fuera para siempre, pero Eliot irrumpió mi éxtasis de tranquilidad.



Bueno Damián, ya que estamos aquí tomándonos este café, ¿Cuéntame por qué tomaste la decisión de renunciar?

Eliot, la verdad no tengo mucho que decir, solo me canse de compartir mis ideas a un ser odioso que no valoraba mi potencial. - lo dije algo fastidiado, ya que me recordaba al estúpido de mi jefe.

¿Y qué vas hacer ahora que no tienes trabajo? – me preguntó Eliot, con algo de ironía.


Aunque la pregunta de Eliot, me molestó por el tono en que lo dijo, hizo que mi cerebro volviera al mundo real; yo estaba desempleado, con muchos gastos encima y aunque contaba con la liquidación por parte del señor Blake, esta no era suficiente para cubrir todas mis deudas y necesidades.



Quería distraerme de nuevo de esta triste realidad, así que interrumpí mis pensamientos perturbadores.   
 
Eliot, ahora te toca, explícame cómo está eso de tu renuncia tan repentina, ¿No será que me estás copiando? – se me salió la risa con mi última pregunta.


Ya te lo dije Damián, quería liberarme de lo que me aprisionaba, era esclavo de mis propias ideas, ideas que me estaban consumiendo por la agonía de no cumplirlas, quiero sentir eso que llaman placer, ese placer de satisfacción que llega cuando consigues algo que de verdad deseas con todo el alma y el corazón.

Bebí un poco de café y le dije: pero Eliot, pensé que estabas feliz con tu trabajo, eras un buen vendedor, habías conseguido un ascenso y alcanzado muchos logros con grandes méritos.  
 

Eso es cierto pero todo eso lo hacía de una manera mecánica, solo pensaba en ganar dinero para tener una vida digna, sin pensar en mis sueños e ideales, todas las actividades que realizaba no tenían sentido para mí, solo cumplía con mi trabajo. – terminó de hablar y se llevó la taza a la boca.

Solo espero que hayas tomado la decisión correcta, Eliot, sabes que tendrás mi apoyo siempre, mucha suerte en tu nuevo camino. – le dije como dándole ánimos.


Gracias, Damián igual para tí, pero dime una cosa, ¿Tú si estás del todo contento con tu renuncia? – me dijo después de beber algo de café.



¿Contento? Lo que estoy es maravillado,  mi cuerpo esta embriagado con toda la felicidad que en este momento lo recorre. – le dije muy emocionado.



Eliot y yo nos reímos desaforadamente, nos lanzamos miradas de agradecimiento, bebimos lo que nos quedaba de café, llamamos al mesero, pagamos, dejamos una propina aceptable y salimos del establecimiento como añorando volver muy pronto para beber otro estupendo café.



Caminamos por las calles frías, cuidadas por el constante brillo de las lámparas, hablamos de nuestro pasado con nostalgia, nos dábamos palmaditas alentadoras en la espalda, reíamos por las estupideces que hacíamos cuando éramos adolescentes, entre nosotros había mucha confianza, llegamos a la entrada de mi edificio, ya era algo tarde, Eliot vivía lejos así que paró un taxi y se despidió de mí con un abrazo y más palmaditas en la espalda, se embarcó en el vehículo con algo de torpeza, casi se golpea la cabeza, solté una leve risa de picardía, él me volteo a ver como aceptándola y sonrió también.



Me quedé observando cómo se marchaba mi mejor amigo dentro de ese transporte amarillo, mientras el tubo de escape botaba un humo negro contaminante, luego levanté la mirada, fue ahí cuando observé en una ventana a una joven muchacha, su rostro se combinaba con las sombras formando así un misticismo hermoso, su pelo brillaba en medio de la penumbra, supuse que era latina por su color de piel trigueña, estaba posada en el balcón, con sus brazos recostados en la barandilla, la oscuridad dibujaba muy bien la silueta de sus preciosas caderas, aunque sus piernas parecían muy delicadas sostenían firme su voluptuoso trasero, ella observaba con rareza todo lo que tenía debajo de sus pies, parecía una reina que vigilaba con desconfianza a su comarca, luego recordé la mudanza de hace unas horas, debía ser la nueva vecina, parecía que algo de suerte comenzaba a aparecer, bueno eso fue lo que pensé en ese momento. 

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