6º Capítulo
Por: Manuel Torres.
Me
senté con Eliot, en una cafetería algo vieja pero que todavía llamaba la
atención por sus adornos y por la buena calidad de café que vendían allí.
Ordenamos un par de tazas bien cargadas, con una pizca de azúcar, bien
calientes, que nos permitieran degustar, despacio y de forma placentera el
momento de la charla, el mesero las trajo relativamente rápido, las tazas eran
de un tono blanco marfil, el humo era denso se podía ver claramente cuando se
despedía de la mesa, tome un pequeño sorbo, con mucha cautela, cuidando que mi
lengua no se quemara y mis papilas pudieran saborear cómodamente, cuando entró
la cafeína a mi cuerpo, la gloria y el regocijo la acompañaron, fue como
descansar debajo de un árbol, con una suave brisa de verano que refresca tu
rostro, llevándote a un estado de relajación total.
Ese
sorbito de café quitó el último rastro de tensión que hubiera en mi cuerpo,
estaba totalmente relajado, sin preocupaciones, deseando que esa sensación
fuera para siempre, pero Eliot irrumpió mi éxtasis de tranquilidad.
Bueno
Damián, ya que estamos aquí tomándonos este café, ¿Cuéntame por qué tomaste la
decisión de renunciar?
Eliot, la verdad no tengo mucho que decir, solo me canse de compartir
mis ideas a un ser odioso que no valoraba mi potencial. - lo dije algo
fastidiado, ya que me recordaba al estúpido de mi jefe.
¿Y qué vas hacer ahora que no tienes trabajo? – me preguntó Eliot, con
algo de ironía.
Aunque
la pregunta de Eliot, me molestó por el tono en que lo dijo, hizo que mi
cerebro volviera al mundo real; yo estaba desempleado, con muchos gastos encima
y aunque contaba con la liquidación por parte del señor Blake, esta no era
suficiente para cubrir todas mis deudas y necesidades.
Quería
distraerme de nuevo de esta triste realidad, así que interrumpí mis
pensamientos perturbadores.
Eliot,
ahora te toca, explícame cómo está eso de tu renuncia tan repentina, ¿No será
que me estás copiando? – se me salió la risa con mi última pregunta.
Ya
te lo dije Damián, quería liberarme de lo que me aprisionaba, era esclavo de
mis propias ideas, ideas que me estaban consumiendo por la agonía de no
cumplirlas, quiero sentir eso que llaman placer, ese placer de satisfacción que
llega cuando consigues algo que de verdad deseas con todo el alma y el corazón.
Bebí
un poco de café y le dije: pero Eliot, pensé que estabas feliz con tu trabajo,
eras un buen vendedor, habías conseguido un ascenso y alcanzado muchos logros
con grandes méritos.
Eso
es cierto pero todo eso lo hacía de una manera mecánica, solo pensaba en ganar
dinero para tener una vida digna, sin pensar en mis sueños e ideales, todas las
actividades que realizaba no tenían sentido para mí, solo cumplía con mi
trabajo. – terminó de hablar y se llevó la taza a la boca.
Solo
espero que hayas tomado la decisión correcta, Eliot, sabes que tendrás mi apoyo
siempre, mucha suerte en tu nuevo camino. – le dije como dándole ánimos.
Gracias,
Damián igual para tí, pero dime una cosa, ¿Tú si estás del todo contento con tu
renuncia? – me dijo después de beber algo de café.
¿Contento?
Lo que estoy es maravillado, mi cuerpo esta embriagado con toda la
felicidad que en este momento lo recorre. – le dije muy emocionado.
Eliot
y yo nos reímos desaforadamente, nos lanzamos miradas de agradecimiento,
bebimos lo que nos quedaba de café, llamamos al mesero, pagamos, dejamos una
propina aceptable y salimos del establecimiento como añorando volver muy pronto
para beber otro estupendo café.
Caminamos
por las calles frías, cuidadas por el constante brillo de las lámparas,
hablamos de nuestro pasado con nostalgia, nos dábamos palmaditas alentadoras en
la espalda, reíamos por las estupideces que hacíamos cuando éramos
adolescentes, entre nosotros había mucha confianza, llegamos a la entrada de mi
edificio, ya era algo tarde, Eliot vivía lejos así que paró un taxi y se
despidió de mí con un abrazo y más palmaditas en la espalda, se embarcó en el
vehículo con algo de torpeza, casi se golpea la cabeza, solté una leve risa de
picardía, él me volteo a ver como aceptándola y sonrió también.
Me
quedé observando cómo se marchaba mi mejor amigo dentro de ese transporte
amarillo, mientras el tubo de escape botaba un humo negro contaminante, luego levanté
la mirada, fue ahí cuando observé en una ventana a una joven muchacha, su
rostro se combinaba con las sombras formando así un misticismo hermoso, su pelo
brillaba en medio de la penumbra, supuse que era latina por su color de piel
trigueña, estaba posada en el balcón, con sus brazos recostados en la
barandilla, la oscuridad dibujaba muy bien la silueta de sus preciosas caderas,
aunque sus piernas parecían muy delicadas sostenían firme su voluptuoso
trasero, ella observaba con rareza todo lo que tenía debajo de sus pies,
parecía una reina que vigilaba con desconfianza a su comarca, luego recordé la
mudanza de hace unas horas, debía ser la nueva vecina, parecía que algo de
suerte comenzaba a aparecer, bueno eso fue lo que pensé en ese momento.
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