3/19/2014

Cantares llaneros de vaquería, acercamiento a su origen



Cantares llaneros de vaquería, acercamiento a su origen

Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario (*)

Inspirado en los documentos audiovisuales que soportan la resolución No.0054 de enero de 2014 del Ministerio de Cultura con la cual se incluyen los Cantos de Trabajo de Llano de Arauca, Casanare, Meta y Vichada, en la lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de Colombia, mediante fuentes historiográficas intentaré hacer un acercamiento al posible inicio de los cantos y viajes ganaderos en la región, con recónditos hechos sucedidos en los siglos XVII y XVIII.


Manuel “chicuaco” Torres: sanmartinero diestro en la canta y en la vaquería, desde el hato Matarredonda de su municipio (Foto: Oscar A Pabón M).


1.    Quizá el punto de partida
Tomo como punto de referencia el inicio de la época de la Colonia cuando –según me cuenta Jairo Ruiz Ch.- súbditos españoles ingresaron algunos ejemplares bovinos a los Llanos de Casanare (1536) y de San Martín (1555); en cierta manera, esos semovientes fueron los embriones del mayor sector económico en la región.
Más tarde, quizá a partir del año 1662 (Samudio A, 1992), ocurrió la fundación de la Hacienda de Caribabare por empeño de la comunidad jesuita luego de la permuta con la autoridad española, cuando los religiosos dejaron su próspera doctrina de Tópaga –Boyacá- y bajaron a los llanos en tarea evangelizadora y algo más.

De esta manera, el gobierno del Nuevo Reino le concedió a la Compañía de Jesús sabanas baldías cerca al río Casanare y del piedemonte para que desarrollaran su tarea.

En dicha vasta propiedad étnicamente heterogénea (Samudio A, 1992) los clérigos con marcado interés mercantil introdujeron rebaños de ganaderías bovina y equina, pastoril actividad que con esmero instruyeron tanto a los indígenas como al resto de personas congregadas en la hacienda, incluidos los esclavos africanos propiedad de los sacerdotes.

Los abundantes pastos naturales y quizá la sal bajada de los cordilleranas minas de Chámeza, a los curas les propiciaron excelentes rendimientos bovinos en sus potreros y haciendas anexas.

Con la rauda propagación de la ganadería extensiva en tierras llanas, bajo la tutoría de los religiosos, ocurrió la primera alteración tanto de los ecosistemas como de las formas de vida de las comunidades nativas.

Indudablemente es en estos momentos -difíciles de precisar- cuando las primeras generaciones de vaqueros locales a la par que se apropiaron de los oficios ganaderos, dieron inicio a los primigenios cantos de trabajo de llano.

Cabe decir que dichos tonos podrían tener raíces en las oralidades hispana, árabe, africana e indígena, presentes en los llanos en tiempos coloniales.

Me ubico ahora en los instantes cuando los sacerdotes jesuitas recibieron autorización de la Corona española, para abastecer de carne de res al mercado de Bogotá. 

Fue el comienzo de largas y abruptas travesías, para las cuales tuvieron que organizar los despachos de semovientes bajo la responsabilidad de diestros jinetes. En dichas jornadas los vaqueros a lo mejor también recurrieron a su creatividad musical, adaptando o repitiendo sus cantos de arreo para conducir las reses y de paso distraerse.
2.  Cambio de ruta

Ante las dificultades ofrecidas por la topografía del camino utilizado para los envíos a Bogotá y por ende las pírricas utilidades obtenidas en el negocio, los jesuitas buscaron una ruta que les mejorara las anteriores problemas.

De esa manera, localizaron y adquirieron un sitio estratégico para llevar sus ganados en menos días hasta la capital del virreinato, alternativa que les mejoró sustancialmente las condiciones económicas.

Este hecho fue hacia 1740 cuando en los llanos de San Martín adquirieron y organizaron la ganadera hacienda de Apiay (Samudio A, 1992), cerca del piedemonte del que partía el camino de herradura a Bogotá, así como de las salinas minas de Upín.

Entonces, desde Caribabare por terreno plano a la nueva propiedad trajeron ganado para crianza y levante, o para la venta, pues desde Apiay enfilaron manadas de reses rumbo a Bogotá. Estadísticas de 1760 relacionan a otros ganaderos que por el mismo camino de Apiay también exportaban vacunos. 

De nuevo hay que suponer que en las travesías ganaderas entre las dos distantes haciendas, Caribabare-Apiay, y desde el poblado de San Martín a las posadas cercanas al camino a Bogotá, los vaqueros usaron sus cantares para arriar o tranquilizar los rebaños, como también para entretenerse. 

Plan de gastos de un viaje ganadero:

En mi indagar historiográfico encontré la hasta ahora más antigua reseña de
asuntos relativos al comercio ganadero entre sitios de los llanos de Casanare y de San Martín. La nota fechada el 6 de junio de 1759 en Santiago de las Atalayas (Velandia, 1987), reza así textualmente 

“Costos: cada cien reses dicen los prácticos necesitan cuatro peones a caballo, y uno que llaman puntero en cada saca, un arriero y dos bestias de carga para carne y pan, se necesita un mayordomo o soldado que gobierne las sacas: se necesita un fierro de herrar grande y con poco fuego, para el ganado que se cansare o se quedare, y si han de salir distintas sacas que se hagan tres o cuatro fierros de herrar para que se abaje prisa.

Un caballo para el mayordomo y ocho de remuda y una bestia para sus petacas.

Se les da de comer cazabe y carne y cacao de panela, a tarde y mañana y lo costea el dueño del ganado.

El cazabe en Casanare vale a cuatro reales la arroba y fuera de allí a peso en todas partes.


”Marcas caprichosas: identidad sin tiempo”. Puerta de la herrería de la familia Torres, en la calle del Resbalón de Villavicencio. (Foto: Julio Darío Azuero I.)


Salarios: Los peones de Casanare a Chire vale cada uno un peso dando el peón bestia. De Chire a Pore tres pesos dando bestia el peón y no dando, doce reales.

De Pore a Santiago seis pesos, dando bestia el peón y de no, la mitad.
De Santiago a Apiay ocho pesos, dando el peón bestia y no dándola la mitad.

Si fuese conveniente comprar caballos de vaquería, se pueden comprar a quince pesos.

Y es advertencia que para el costo de peones, si se quiere se pagan en géneros de Castilla o de la tierra, según ellos piden, y con esta diligenciase pueden minorar algunos pesos.”

Además de las cifras que da el anterior plan presupuestal elaborado hace dos siglos y medio, es posible deducir que hacia 1759 a) los integrantes del grupo responsable de un viaje ganadero, según su oficio tenían los nombres de: peones de a caballo, puntero, arriero y mayordomo. b) que en su dieta alimenticia estaba el casabe, producto indígena; c) que era de uso común la palabra “saca” como sinónimo de despacho o envío ganadero; d) que había cierta consideración para las reses con agotamiento, al recomendarse uso de fierros de marca para calentarlos a poco fuego.  

Por los aportes a la economía rural desde sus haciendas ganaderas, a la comunidad jesuita el historiador colombiano Germán Colmenares (1984) la calificó como modelo de empresarios coloniales.

Aunque en 1767 a los sacerdotes de la Compañía de Jesús el rey de España los expulsó de sus dominios imperiales, en las sociedades llaneras quedaron enraizados los cimientos de la actividad ganadera y con ella sus componentes culturales que se trasmitieron de generación en generación.

3. Tiempos difíciles para la ganadería y las tradiciones culturales

Es sabido que la región llanera fue escenario principal (1810-1819) de las luchas  que llevaron a la Nueva Granada a independizarse del yugo español.

En este período los hatos ganaderos se diezmaron por el consumo de las tropas en confrontación; así mismo, la mano de obra para los trabajos de vaquería decayó por el reclutamiento para la guerra.

Las dos causas llevaron al decaimiento de la principal economía llanera y por consiguiente a un alto riesgo de amenaza a sus inherentes tradiciones culturales, como los cantos de faenas ganaderas.

Al parecer el despoblamiento masculino del llano casanareño perduró en el tiempo, lo digo porque el 19 de abril de 1843 en Bogotá se expidió un decreto que “exime a la provincia de Casanare por diez años del contingente de hombres para el ejército en tiempos de paz”. (AGN).

4.    Auge y estertores de los viajes de ganadería

En el siglo XX, luego de la guerra de los Mil días, las sacas ganaderas entre San Martín, Arauca, Casanare y Villavicencio se reactivaron en medio de la aniquiladora bonanza de pluma de garza, daño ambiental que puso en alto riesgo a los araucanos y casanareños hatos ganaderos.

Más sin embargo, en las décadas del 30 al 50 el negocio con bovinos en pie  alcanzó altos índices comerciales, en este mismo periodo ocurre la violencia armada, fenómeno que se originó por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y que por unos cinco años causó alteraciones socio políticas en los llanos

Durante el auge del activo comercio, los tropeles de millares de bovinos afianzaron con sus cascos caminos y pasos reales en viajes sin regreso desde Arauca y Casanare, arriados por intrépidos jinetes que desafiaron corrientosos ríos, caimanes y paludismo. 

El mayor propósito de estos voluntariosos jóvenes era volver, o, conocer a Villavicencio, en donde los acaudalados dueños del ganado los esperaban para pagarles sus muchas jornadas de vaquería.



 Huella del camino ganadero en la margen derecha del río Upía, en el metense pueblo de Barranca de Upía. (Foto: Universidad Nacional/ Instituto de Cultura del Meta) 

En la transición de los años cincuenta al sesenta los épicos viajes de vacunos entre las sabanas araucanas y la capital del Meta recibieron la estocada final.

Ocurrió por cuenta del imparable desarrollo que unió a los pueblos con carreteras y puentes, permitiendo el ingreso de camiones.

La nostalgia de tan bella época, hoy está guardada en la memoria de los pocos protagonistas de aquellas reales puestas en escena que duraban como mes y pico.

En su lírica el Maestro Eduardo Carranza F., el poeta de Apiay, rindió homenaje al vaquero con los siguientes versos de su poema Llano Llanero:

“….A ti, que en medio de la noche galopas en la mitad del llano, ancho como un siglo y para quien una estrella es la casa más cercana. A ti, que velando sobre tu ganado mides la noche latido a latido….”


 Veteranos jinetes en la casanareña manga de coleo de Paz de Ariporo, 2006 (Foto: Oscar A Pabón M)

De suma importancia para el territorio llanero es que en dos documentos audiovisuales que conozco, se hayan recogido pormenores de artes y oficios del que sigue siendo primer renglón comercial.

Son sus títulos: “A Villavicencio…o al cielo”, realizado en 2010 por Soraya Yunda R., y “Cantos de trabajo de Llano” producido en 2013 por un grupo de investigadores llaneros por encargo del Ministerio de Cultura.

(*): Integrante del equipo técnico de la Visión Regional de los Llanos Orientales, convenio Unillanos/Ecopetrol
Villavicencio, 16 de marzo de 2014
Bibliografía:

Casa de la Cultura Jorge Eliécer Gaitán de Villavicencio. Revista Llano Llanero,       Villavicencio, N° 1

Colmenares, Germán (1984). Los jesuitas: modelo de empresarios coloniales. En Boletín Cultural y Bibliográfico Vol XXI del Banco de la República,  Bogotá, N° 2

Expedición al Patrimonio Material e Inmaterial en el departamento del Meta. Inventario (2009). Universidad Nacional/ Instituto de Cultura del Meta, Villavicencio.

Fondo Mixto de Casanare-Gobernación de Casanare. Documentos inéditos de fuentes primarias del departamento para la historia de Casanare (2009). Bogotá.

Samudio A., Edda O. (1992). Las Haciendas Jesuíticas de las Misiones de los Llanos del Casanare, Meta y Orinoco. En Misiones Jesuíticas en la Orinoquia (1625-1767), Universidad Católica del Táchira, Venezuela.

Velandia, Roberto (1987). Descubrimiento y Caminos de los Llanos Orientales. Colcultura, Bogotá. 



Fuente:
SIMPOSIO INTERNACIONAL DE HISTORIA DE LOS LLANOS COLOMBO - VENEZOLANOS - Villavicencio -Meta , Julio 26 a 29 de 2012.

"Memoria històrica de los conflictos socioeconòmicos de la Regiòn del Orinoco 1950 - 2012". Versos versus las mùsicas del Conflicto - Carlos "Cachi" Ortegon - Lugar EL MAPORAL









1 comentarios:

Unknown dijo...


Los Cantos de Trabajo del Llano suenan y viven a través de producciones audiovisuales

MinCultura lanza los videos y documentales de Cantos de Trabajo del Llano, incluidos en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural inmaterial de Colombia, productos que dejan ver lo más representativo de esta manifestación.

El lanzamiento que se realizará el 20 de marzo a las 6:30 PM, en el auditorio de la sede San Antonio de la Unillanos, barrio El Barzal de Villavicencio, busca acercar a los espectadores a los cantos, al ganado, a esas historias de vida de los portadores de esta manifestación que reúne expresiones inmateriales del universo cultural de la Orinoquía colombo-venezolana.

Se trata de un documental de 25 minutos, un video de 10 minutos y una serie de video-clips cortos que serán proyectados por vez primera en la ciudad de Villavicencio. Estos se acompañan de un CD que recoge más de 50 cantos y testimonios de aquellos que recorrieron las sabanas con sus coplas y lecos.

Estos productos sustentan la investigación realizada desde 2011 por gestores culturales de la región en territorios de Arauca, Casanare, Meta y Vichada y que a partir de ella hoy los Cantos de Trabajo del Llano se encuentran incluidos Lista Representativa de Patrimonio Cultural inmaterial de Colombia y aprobado su Plan Especial de Salvaguardia (PES) de carácter urgente. Un reconocimiento a la diversidad cultural, la creatividad humana y la memoria colectiva que enriquecen y dan sentido a la construcción de la nación colombiana.

Los cantos constituyen uno de los referentes identitarios del ser llanero; una forma de dar continuidad y materialidad a un pasado de luchas, adaptaciones y resistencias; expresión del profundo valor que se le da al trabajo, de un modelo específico de organización social y de cosmovisión. La fuerza de los cantos, silbos y japeos traen consigo prácticas inmemoriales de trabajo, descripciones de territorios, historias de hombres y reses, de caminos y travesías que podían durar semanas enteras. Su canto es una profunda declaración de afecto, nostalgia y orgullo por un Llano que se transforma a pasos agigantados.

Esta actividad es posible gracias a la alianza entre Ministerio de Cultura, Instituto de Ciencias Ambientales de la Orinoquia Colombiana -ICAOC- y su proyecto Visión Regional Sostenible de la Unillanos y Ecopetrol, grupo de Vigías ‘Hablemos de Joropo para bailar Joropo’, Instituto Departamental de Cultura del Meta y la Corporación Municipal Cultural de Villavicencio.